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¿Qué tendrán los premios que me dan para que no me los entreguen?

Puedo decir, con orgullo, que he recibido varios premios a lo largo de mi carrera, pero no os podré mostrar ninguna fotografía recogiéndolos. ¿Qué tendrán los premios que me dan para que no me los entreguen? En orden cronológico inverso, estos han sido los siguientes y las razones por las que no los entregaron.

Premio del Consejo Social de la Universitat Politècnica de València «Cooperación Universidad-Sociedad» en la categoría de «Mejora del Conocimiento en la UPV» de 2020

El trofeo que acredita el Premio del Consejo Social UPV, junto a la escultura que recibí con ocasión de la obtención del quinto sexenio de investigación (hoy ya son seis los sexenios si incluimos el de transferencia)

El pasado 17 de junio recibía por mensajero en casa el certificado y el trofeo conmemorativo del premio del Consejo Social. Certificado y trofeo que deberían de haber sido recogidos en la ceremonia de entrega que el maldito coronavirus obligó a cancelar. Un certificado enmarcado para colgar en la pared del despacho y un precioso bloque de metacrilato con un grabado en el que se atestigua la categoría del premio y su año de entrega. Antes, el 5 de marzo, estando en la India con ocasión de otro de los premios que no me entregaron, recibí la notificación de la concesión. Y aunque todavía no se había declarado el estado de alarma, era previsible que la ceremonia de entrega, prevista para el 21 de mayo, se cancelaría. Como así fue.

Es siempre un honor recibir un premio del tu propia universidad. En este caso, por parte del Consejo Social, y en reconocimiento de las acciones de promoción de la UPV que he hecho y continúo haciendo, de las que el máximo exponente son los numerosos congresos internacionales que he organizado en Valencia, y que han hecho que el nombre de la UPV se asocie a la investigación en hidrogeología y geoestadística allá donde vayas.

Distinguished Lecturer de la International Association of Mathematical Geology para el año 2021

La International Association of Mathematical Geosciences (IAMG), todos los años, nombra a un investigador destacado en el ámbito de la aplicación de las matemáticas a las ciencias de la tierra, para que sirva de embajador de la misma mientras recorre el mundo dando charlas sobre su especialidad por todo el mundo, bajo su patrocinio.

Realmente este premio se me comunicó el pasado mes de noviembre, y se supone que durante el congreso anual de la asociación, a realizar en septiembre de 2021, se me entregará un diploma acreditativo. Lo cierto y verdad es que, mi antecesor, el Distinguished Lecturer de 2020 ha tenido pocas oportunidades de ejercer como tal, debido a las restricciones a viajar en vigor desde el mes de marzo. No sabemos con seguridad qué pasará el próximo 2021, pero me temo que la gira que tenía en mente visitando algunas de las universidades en China, EE. UU. y Australia que ya me habían invitado se quede en unos seminarios en línea a través, quizá retransmitidos por YouTube, desde la soledad de mi despacho. Aunque, todavía tengo esperanza que la entrega llegue a realizarse.

Recorte de prensa

La concesión del premio fue recogida en algunos medios digitales como iAgua, la UPV, o el periódico Las Provincias.

Para abrir boca, aprovechando mi viaje a la India a primeros de marzo, di una charla en la Escuela de Ingeniería Medioambiental de la Universidad Jawaharlal Nehru
en Nueva Delhi, como anticipo de lo que podría ser la gira del 2021. La charla tuvo mucho éxito con la asistencia de participantes de esa y otras universidades de la zona.

En la puerta de la Escuela de Ingeniería Medioambiental, tomando un té con algunos de los participantes al seminario.

William Christian Krumbein Medal del año 2020

Este, sin lugar a dudas, es el premio más importante que he recibido. La máxima distinción otorgada por la International Association of Mathematical Geosciences, en años alternos, para reconocer la trayectoria profesional de un investigador en el área de las matemáticas o la informática aplicadas a las ciencias de la tierra. Esta es una medalla, instaurada en el año 1976, que solo habían recibido 32 personas con anterioridad, entre las que se encuentran los referentes mundiales en esta área como son Dani Krige, al que se debe el término de krigeado, piedra angular de la geoestadística, George Matheron, quien declinó la medalla, y que es el que dio la base formal a las técnicas desarrolladas por Krige, o André Journel, revolucionario de la geoestadística, y mi director de tesis en la Universidad de Stanford entre los años 1985 y 1990.

Carta de notificación

La recepción de la carta de concesión el 22 de noviembre de 2019 será difícil de olvidar. Estaba solo en mi despacho cuando abrí el correo electrónico que me enviaba la Presidenta de la IAMG dándome la noticia, y aquel viernes a última hora de la mañana no quedaba ya nadie en sus despachos. Quería compartirlo con mis compañeros, pero no había nadie. Llamé a Inma para contárselo, y sé que se emocionó conmigo al oírlo. Aquella tarde me dediqué a comunicárselo a todos mis conocidos. Las buenas noticias también hay que compartirlas.

Portada de la página web de la UPV
Reseña de Levante-EMV
Saluda de Ximo Puig

Este premio tuvo gran repercusión en los medios. Publicándose reseñas en Levante, Europa Press, 20 minutos, Levante-EMV, UPV. Incluso me felicitó el presidente de la Generalitat y nos recibió el alcalde de Requena.

La entrega estaba prevista para el viernes 6 de marzo en Delhi durante los actos del Congreso Internacional de Geología. Todo estaba preparado para asistir a la recogida de la medalla. Inma e Isabel me acompañaban y aprovecharíamos para visitar el Taj Mahal. Pero quince días antes de ese viernes 6 de marzo, solo ocho días antes de que comenzara el congreso, este se canceló y con él la entrega de la medalla. Puesto que el viaje ya estaba pagado y no había posibilidad de reembolso, modifiqué el objetivo del viaje para, en lugar de asistir al congreso, realizar una corta estancia en la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi, donde pude conocer al profesor N. Janardhana Raju de la Escuela de Ingeniería Medioambiental con quien hemos iniciado una interesante colaboración.

Sentado entre el director de la Escuela de Ingeniería Medioambiental de la Universidad Jawaharlal Nehru (a mi izquierda) y el profesor Raju (a mi derecha)

Sabía que no habría entrega de medalla, pero Inma me tenía preparada una gran sorpresa: una ceremonia improvisada con el Taj Mahal al fondo.

La ceremonia de entrega en «un marco incomparable»

Al final, el mayor premio que me han dado con la mejor entrega posible.

Todavía no tengo la medalla, si todo va bien, supongo que se entregará en al próxima reunión anual de IAMG en septiembre en Nancy (Francia) durante la primera semana de septiembre de 2021.

Premio de Investigación y Tecnología sobre Residuos de la Comunidad Valenciana de 1999

En 1999, había un gobierno de coalición entre el Partido Popular y Unión Valenciana en la Comunidad Valenciana. En aquel gobierno, Unión Valenciana era la titular de la Conselleria de Medio Ambiente, una conselleria que se creó tras el «pacto del pollo» por escisión en dos consellerias de la única que le había sido asignada a Unión Valenciana, la de Agricultura y Medio Ambiente. Aquel año, y con el fin de crear un premio que pudiera competir con los Jaime I, la Conselleria de Medio Ambiente convocó el Premio de Investigación y Tecnología sobre Residuos de la Comunidad Valenciana dotado con 5.000.000 de pesetas, en su Diario Oficial de 8 de abril. Aún recuerdo, sentado, un viernes por la tarde de finales de junio, en mi despacho de la Escuela de Caminos, la llamada del rector Justo Nieto, quien había formado parte del jurado, para comunicarme, en el más estricto secreto según sus propias palabras, que nos habían concedido el premio. Aunque Justo me alerto de que «ni se lo digas a tu mujer», no pude guardar el secreto mucho tiempo y rápidamente llamé a Inma para contárselo. Cinco millones de las antiguas pesetas era un premio más que suculento.

El 16 de julio de 1999, en una de sus últimas disposiciones, el conseller de Medio Ambiente firmó la orden de concesión del premio, que se publicaría el 27 de julio con él ya fuera del gobierno. Después de las elecciones de junio, el gobierno de coalición no se repitió tras la primera victoria por mayoría absoluta del Partido Popular de la Comunidad Valenciana. La desaparición de la conselleria que instauró el premio y la salida de Unión Valenciana del gobierno dejaron el premio en el limbo. La compensación económica tardó en llegar, pero llegó, afortunadamente libre de impuestos, y la entrega se programó en varias ocasiones, inicialmente en La Lonja, después en la Fundación de Estudios Avanzados, y finalmente en ninguna parte, ese sitio donde parece que está destinada la entrega de mis premios.

Ni qué decir tiene que el premio no volvió a convocarse, así que fuimos los receptores del primer y único Premio en Investigación y Tecnología de Residuos de la Comunidad Valenciana y el prestigio que se suponía debería de acompañar a sus receptores, a construir año tras año en las siguientes convocatorias, quedó en suspenso.

Premio Nacional de Terminación de Estudios de 1983

Este fue el primer premio importante que me dieron, el de terminación de estudios de ingeniería de caminos, canales y puertos del año 1983. Estos premios antes se llamaban de Final de Carrera y hoy en día tienen otro nombre que hace referencia a la excelencia académica, se entregan en el Auditorio Nacional, por el ministro con las competencias universitarias, y tienen una dotación de unos 3000 euros. En 1983, tuve que conformarme con el honor de haber recibido el premio y el diploma que me entregaron.

Centennial Teaching Assistant de la Universidad de Stanford de 1990

Este premio está fuera de la secuencia cronológica y me lo entregaron pocos días antes de nuestro regreso a España después de cinco años en Stanford. La Universidad de Stanford, fundada en memoria de Leland Stanford Junior, el hijo del magnate ferroviario, gobernador de California y senador americano, Leland Stanford, cumplía 100 años en 1990 y decidió entregar unos premios a los mejores Teaching Assistants de la Universidad y yo recibí uno de ellos a propuesta del departamento donde hice la tesis. Los Teaching Assistants son una figura clave en la docencia americana; generalmente son estudiantes de doctorado becados por la propia universidad que, a cambio, tienen que ayudar en la docencia, impartiendo las clases prácticas, revisando las tareas, ayudando a la corrección de exámenes, y todo aquello que el profesor responsable demande respetando la dedicación que la beca exigía. El año de 1990 fue mi último año como Teaching Assistant, fui elegido como Outstanding Teaching Assistant del departamento y de rebote nombrado Centennial Teaching Assistant de la Universidad.

¿Por qué está este premio fuera del orden cronológico? Porque esté sí que me lo entregaron, en una ceremonia de la que no he encontrado ninguna foto. Aunque sí tengo el diploma que lo atestigua:

IAHR International Groundwater Symposium – UPV, Valencia 2010

Mañana 21 de septiembre precalentamos motores para el IV Simposio internacional de hidrogeología con el taller sobre «Análisis global de incertidumbre» que impartirá Srikanta Mishra.

El miércoles 22, a las 8:30 se inaugurará el simposio con la presencia del vicerrector de planificación e innovación, Francisco Mora y del director ejecutivo de la IAHR Christopher George en el que participan más de 150 delegados de 33 países representando los 5 continentes.

Las sesiones tendrán lugar el miércoles 22 y el jueves 23 desde las 8:45 hasta las 18:30 y el viernes 24 entre las 8:45 y las 12:00.

El jueves y como parte de las actividades sociales del mismo, el Coro de la UPV ofrecerá un concierto en la catedral de Valencia a las 20:00 para interpretar el réquiem de Cherubini en do menor acompañado al órgano por Arturo Barba y bajo la dirección de José Francisco Sánchez Iborra. La entrada será libre para todo el público que quiera disfrutar del mismo.

iPad: aterriza como puedas

Ya llegó, ya está aquí

El pasado miércoles 14 de abril, pocas horas antes de que Apple anunciara que la distribución de los iPads fuera de los EE.UU. se iba a retrasar hasta finales de mayo, encargué un iPad a través del sitio de internet DontRetail.com, a las pocas horas me llegó la confirmación de que el pedido con número 562 había sido recogido por Fedex y que estaba de camino a Newark para su clasificación y despacho. Y muy poco después recibí un mensaje de Fedex indicando que el paquete ya había sido librado en Newark y que salía rumbo a su destino: entrega estimada el viernes 16 de abril antes de las 20:00h. Empezaba la cuenta atrás. Lo que yo no contaba era con la inoportuna intervención de las fuerzas de la naturaleza.

Al día siguiente en DontRetail.com ya no quedan iPads, la noticia de su retraso en la distribución fuera de América había hecho que los impacientes tecnoadictos que esperaban tener uno en sus manos en pocos días se lanzaran a la compra de los pocos que quedaban a la venta en lugares como DontRetail. Yo me frotaba las manos pensando que ese fin de semana podría tener uno en mis manos, cuando a un tal volcán Eyjafjallajokull, de impronunciable nombre y origen islandés, decidiera ponerse en erupción lanzando al aire una nube de cenizas que rápidamente se propagó por todo el noreste de Europa, desde Noruega hasta Rumania, pasando, entre otros, por el Reino Unido, Francia y Alemania y que, según los expertos, impedía el vuelo de los aviones. El resultado: la página web de Fedex empezó a informar de un retraso en el envío, primero de un día, luego de dos, hasta quedar en indefinido. No fue hasta el miércoles siguiente a la compra (y a la erupción del volcán), tras el comienzo de la reapertura de los espacios aéreos, que Fedex cambió su informe para indicar que el paquete ya había llegado a París y que desde allí se despachaba hacia España: entrega estimada, jueves 22.

Faltaba por sortear el problema de la entrega en la UPV. La Universidad Politécnica de Valencia, es una pequeña ciudad en la que todos los días nos concentramos entre alumnos, profesores y personal de administración y servicios más de treinta mil personas. Y aunque tiene un sistema de numeración de edificios que permite identificarlos, una historia es llegar al edificio 4E, después de encontrar un mapa de localización, y otra, muy diferente, es localizar la escuela, el departamento, y que haya alguien capaz de recepcionar el pedido. (Nótese que he evitado decir que el sistema de numeración permita identificar los edificios fácilmente, y que no he utilizado el edificio en el que está mi despacho, el 8G, la Ciudad Politécnica de la Innovación, como punto de entrega, porque en este edificio es imposible la localización de nadie, ni siquiera después de haber visitado personalmente el lugar de despacho.)

Nótese el maravilloso efecto espejo de la pantalla del iPad

Mis peores expectativas se cumplieron. El paquete llegó el jueves y se intentó su entrega a las 16:17 según reza en la página web de Fedex. El intento no sé en qué consistió porque en la secretaría del departamento (lugar indicado para la entrega en la dirección postal) no había constancia de que dicha entrega se hubiera intentado. Puesto al habla con atención al cliente (¿desde algún punto en Bangalore, India?) Sheyla me informa que el paquete será entregado el viernes, intento convencer a Sheyla que haga constar que el paquete debe de ser entregado por la mañana, sin éxito. Sheyla mientras tanto me pide que corrobore la dirección, yo no había caído que «Esc. de Caminos» se podía interpretar como «Escalera de Caminos» (¿dónde estará la escalera de caminos en la UPV?) y que el pedido venía desde EE.UU. donde las marcas diacríticas son como manchas en la escritura, así que «Dep. de Hidráulica» aparecía como «Dep. de Hidr ul», faltaban las últimas letras porque no cabían en la etiqueta y faltaba la á. En ese momento Sheyla estaba convencida de que la razón del fallo en la entrega habían sido los errores en la dirección. Fue entonces cuando previendo que el paquete tampoco se iba a entregar el viernes empecé a maldecir en islandés y Sheyla, que no me entendía, me dio los buenos días y me agradeció que usara los servicios de Fedex. Eran las 8:00 de la mañana del viernes, teóricamente el paquete no había sido vuelto a recoger de las instalaciones de Fedex en Ribarroja del Turia, y yo confiaba que la información precisa del punto de entrega que le había transmitido a Sheyla, incluido mi número de teléfono móvil, se adjuntara al paquete y éste llegara a mi poder esa mañana.

«El que espera, desespera», dice el refrán, y, aunque no estaba desesperado, sí que estaba molesto, Sheyla, al fin y al cabo, desde su cubículo de teleoperadora en Bangalore no tenía la culpa de la erupción del Eyjafjallajokull, pero en mi tarjeta de crédito ya aparecía el cargo de la operación de compra y cuando hice la compra se aseguraba la entrega en dos días. La gota que colmó el vaso llegó a las 14:45; yo le había dicho a Sheyla que la entrega debía de hacerse antes de las 15:00, quedaban quince minutos y la entrega no se había hecho. Así que volví a llamar a atención al cliente de Fedex, esta vez, se puso Cynthia, que muy amablemente me pidió el número de seguimiento cuando le pedí información sobre el estado del reparto de mi iPad. Cynthia, sin perturbarse ante mi reclamación por el no reparto antes de las 15:00, me dice que si no se entrega hoy se entregará el lunes. Le pido que se ponga en contacto con el repartidor (como si no supiera que eso es imposible, Cynthia está posiblemente en Jaipur, y desde allí no hay manera que ella sepa de mi paquete mucho más de lo que yo sé a través de la página web de Fedex), me dice que es imposible, que todas mis quejas quedan recogidas en el registro de incidencias, y que si el paquete no se entrega hoy, se entregaría el lunes.

Con la luz apagada para evitar los reflejos

Daba por hecho que ese fin de semana tampoco podría trastear con el nuevo cachivache (nótese que evito decir gadget, ya tengo bastante con usar iPad). El viernes por la tarde teníamos ensayo del coro de la ópera «La fille du regiment» de Donizetti, en el Conservatorio Superior de Música de Valencia, que, casual y afortunadamente está anejo al campus de Vera de la UPV. Justo en el momento que el director del coro hace un comentario a las féminas sobre la importancia de mover la lengua: «más lengua y menos boca»–dice, que resulta en un estruendoso barullo, mi teléfono móvil, que no había silenciado, suena estridentemente con un número que no tengo en la agenda. Es el repartidor de Fedex que está en el edificio 4E buscando dónde entregar un paquete dirigido a mi nombre. Le digo que no estoy en la UPV pero que puedo llegar al edificio 4E en menos de 10 minutos. El repartidor gentilmente accede a esperarse unos minutos y me avisa que la entrega lleva un gasto de aduanas de 25 euros. ¿Cómo?, ¿25 euros? la compra era gastos de aduana incluidos. Pero ¿qué son 25 euros después de la larga espera? Ya reclamaré el lunes y veré si me los reembolsan.

Para mis primeras impresiones sobre el iPad habrá que esperar a mi siguiente entrada.

El Canto de los Bosques o ¡qué vida la del cantante!

Esperando en el camerino del Palau

La semana pasada fue agotadora. Tras un mes de ensayos intensos preparando la obra «El Canto de los Bosques», op. 81 de Dimitri Shostakovich, nos dispusimos a las tres representaciones consecutivas que teníamos concertadas. El jueves en el Palau de la Música de Valencia, junto al Coro y la Orquesta del Conservatorio Profesional de Valencia. La única pega que le puedo poner a ese concierto fue la larga espera que tuvimos que hacer hasta que salimos a escena. Pero una vez ubicados, con una Palau de la Música a rebosar —hasta el punto de que el coro de niños, que generalmente se coloca en las traseras, tuvo que ubicarse de pie bajo el órgano y fuera de vista del público de platea— con una orquesta que sonó mucho mejor que en cualquier ensayo y con un director que prescindió de las partituras para concentrarse en la dirección, las sensaciones fueron excelentes y salvando los pequeños fallos que cabe esperar en artistas no profesionales, todos salimos satisfechos con el trabajo hecho.

Final del concierto en Alcàsser

El sábado, a las 17:30, ensayo general en Alcàsser con la Coral Polifónica d’Alcàsser y la Jove Orquestra Simfònica de l’Ateneu de Cullera y a las 20:00 concierto. Cambiaba el escenario, pero también nuestros compañeros músicos y cantantes. El concierto se enmarcaba dentro de los actos de celebración del cincuentenario de la creación de la Coral de Alcàsser. Cincuenta años, que se dice pronto, ¡y con alguno de los miembros fundadores todavía en activo! Tras el ensayo general y mientras esperábamos el comienzo del concierto, los componentes de la Coral de Alcàsser nos obsequiaron con un surtido de dulces caseros de los de chuparse los dedos, y que según me explicaron, son típicos de «la setmana de bous». Y comenzó el concierto. Butacas y pasillos del Centro Cultural estaban llenos. Y volvimos a interpretar este oratorio que le permitió a Shostakovich reencontrarse con el régimen soviético que le acusaba de no componer obras accesible al «pueblo». Preocupados por la sonoridad de la caja, al fondo de la cual se encontraba el coro, volvimos a cantar recordando la devastación de la foresta rusa para acabar con la fuga «Slava» llamando a la replantación de los bosques. Todos quedamos contentos del resultado. Nuestro director, a la sazón hijo de Alcàsser y director, también, de la Coral de Alcàsser, nos entregó, en nombre del Ayuntamiento, una placa reconociendo nuestra participación en el cincuentenario de la coral. Y Pascual Martínez, el director de la obra y vecino de Cullera se despidió diciendo «y mañana la apoteosis».

El auditorio de Cullera acabó llenándose

Porque el domingo, a las 12:00 de la mañana teníamos la tercera actuación, esta vez en la Casa de la Cultura de Cullera, casa también de la orquesta y en la que Pascual esperaba un final apoteósico. En el viaje desde Valencia se empezaba a notar un principio de nostalgia al pensar que ésta iba a ser la última interpretación de El Canto de los Bosques. Todos los ensayos, todos los sábados en el conservatorio, el trabajo con la orquesta hasta la medianoche, todo el esfuerzo hecho culminaba con este último concierto. Ya no había que reservar la voz para el próximo concierto, ya no había posibilidad de corregir ninguna entrada del coro; con el último Slava en fortísimo daríamos el carpetazo final a este proyecto. Y lo dimos. Lo dimos todo en este concierto para deleite del público, …, y nuestro.

Tengo que añadir que estos conciertos no se hubieran podido ofrecer sin la participación de dos solistas de lujo con los que tuvimos el honor de contar en las tres actuaciones: el barítono Sebastiá Peris y el tenor Jesús Navarro. Enhorabuena a ellos también.