La semana pasada fue agotadora. Tras un mes de ensayos intensos preparando la obra «El Canto de los Bosques», op. 81 de Dimitri Shostakovich, nos dispusimos a las tres representaciones consecutivas que teníamos concertadas. El jueves en el Palau de la Música de Valencia, junto al Coro y la Orquesta del Conservatorio Profesional de Valencia. La única pega que le puedo poner a ese concierto fue la larga espera que tuvimos que hacer hasta que salimos a escena. Pero una vez ubicados, con una Palau de la Música a rebosar —hasta el punto de que el coro de niños, que generalmente se coloca en las traseras, tuvo que ubicarse de pie bajo el órgano y fuera de vista del público de platea— con una orquesta que sonó mucho mejor que en cualquier ensayo y con un director que prescindió de las partituras para concentrarse en la dirección, las sensaciones fueron excelentes y salvando los pequeños fallos que cabe esperar en artistas no profesionales, todos salimos satisfechos con el trabajo hecho.
El sábado, a las 17:30, ensayo general en Alcàsser con la Coral Polifónica d’Alcàsser y la Jove Orquestra Simfònica de l’Ateneu de Cullera y a las 20:00 concierto. Cambiaba el escenario, pero también nuestros compañeros músicos y cantantes. El concierto se enmarcaba dentro de los actos de celebración del cincuentenario de la creación de la Coral de Alcàsser. Cincuenta años, que se dice pronto, ¡y con alguno de los miembros fundadores todavía en activo! Tras el ensayo general y mientras esperábamos el comienzo del concierto, los componentes de la Coral de Alcàsser nos obsequiaron con un surtido de dulces caseros de los de chuparse los dedos, y que según me explicaron, son típicos de «la setmana de bous». Y comenzó el concierto. Butacas y pasillos del Centro Cultural estaban llenos. Y volvimos a interpretar este oratorio que le permitió a Shostakovich reencontrarse con el régimen soviético que le acusaba de no componer obras accesible al «pueblo». Preocupados por la sonoridad de la caja, al fondo de la cual se encontraba el coro, volvimos a cantar recordando la devastación de la foresta rusa para acabar con la fuga «Slava» llamando a la replantación de los bosques. Todos quedamos contentos del resultado. Nuestro director, a la sazón hijo de Alcàsser y director, también, de la Coral de Alcàsser, nos entregó, en nombre del Ayuntamiento, una placa reconociendo nuestra participación en el cincuentenario de la coral. Y Pascual Martínez, el director de la obra y vecino de Cullera se despidió diciendo «y mañana la apoteosis».
Porque el domingo, a las 12:00 de la mañana teníamos la tercera actuación, esta vez en la Casa de la Cultura de Cullera, casa también de la orquesta y en la que Pascual esperaba un final apoteósico. En el viaje desde Valencia se empezaba a notar un principio de nostalgia al pensar que ésta iba a ser la última interpretación de El Canto de los Bosques. Todos los ensayos, todos los sábados en el conservatorio, el trabajo con la orquesta hasta la medianoche, todo el esfuerzo hecho culminaba con este último concierto. Ya no había que reservar la voz para el próximo concierto, ya no había posibilidad de corregir ninguna entrada del coro; con el último Slava en fortísimo daríamos el carpetazo final a este proyecto. Y lo dimos. Lo dimos todo en este concierto para deleite del público, …, y nuestro.
Tengo que añadir que estos conciertos no se hubieran podido ofrecer sin la participación de dos solistas de lujo con los que tuvimos el honor de contar en las tres actuaciones: el barítono Sebastiá Peris y el tenor Jesús Navarro. Enhorabuena a ellos también.
Me ha encantado la marera de espresar tantos nervios y ganas, estoy completamente deacuerdo con lo escrito y lo vivido.
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