[singlepic id=180 w=320 h=240 float=left]Me resulta difícil escoger cuál ha sido el momento para recordar del último viaje del coro de la UPV, que nos ha llevado a La Coruña pasando por Uclés, Toro, Santiago de Compostela y Ávila. Si a la sensación de que los días parecen semanas por la intensidad del viaje en sí, sumamos que durante esa semana dimitió el presidente de la Comunidad Valenciana, se produjeron los atentados de Oslo, se jugó la final de la Copa América, o se disputaron las etapas alpinas del Tour de Francia, la duración del viaje aparentó ser mucho más extensa que los siete días con sus seis noches que realmente duró.
[singlepic id=154 w=320 h=240 float=left]Hay que recordar los lugares por donde hemos pasado, y los muchos monumentos, iglesias, catedrales, conventos, palacios y otros edificios que hemos visitado. Uclés con su Monasterio, donde hicimos méritos para que se nos contrataran como coro para el próximo rodaje de la serie «Águila Roja»; Toro con su colegiata, donde pudimos admirar
el pórtico policromado de la Majestad; Santiago de Compostela, donde pudimos disfrutar del vaivén del botafumeiro mientras distribuía incienso para aliviar los olores de la multitud; [singlepic id=169 w=320 h=240 float=right] La Coruña, donde admiramos la Torre de Hércules como parte de un largo paseo; San Andrés de Teixido, donde las meigas hicieron sus conjuros para después envolverlos en bolsas de plástico y colgarlos de los árboles; Herbeira, donde imaginamos que debíamos de estar en los acantilados más alto de Europa; el cabo Ortegal, donde se juntan (o se separan) el océano Atlántico y el mar Cantábrico; Lugo, donde conocimos al canónigo al cargo de la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes; y Ávila, dónde Arturo se despidió, hasta siempre, del coro tras guiarnos en una divertida e interesante visita.
[singlepic id=161 w=320 h=240 float=left]En todos estos sitios tuvimos nuestro «momento coro» donde no pudimos refrenar nuestras ganas de demostrar que éramos el Coro de la UPV y que estábamos allí para cantar. Cantamos en la catedral de Santiago, todavía impregnada del olor a incienso del botafumeiro, mientras no cesaba el ir y venir de visitantes y las peticiones de silencio por parte de los sacristanes. Cantamos en las escaleras del pórtico de la Gloria reuniendo rápidamente un nutrido grupo de público, que seguramente hubieran contribuido con unas monedas si Jose Luis o Pepe, los del sombrero, se hubieran animado a pasarlo. Cantamos bajo la lluvia (y entre densísima niebla) en el mirador de Herbeira. [singlepic id=179 w=320 h=240 float=right]Y despedimos a Alfonsina, una vez más, en uno de los cabos más septentrionales de la península. Cantamos en la catedral de Lugo, y en la de Ávila, y en la colegiata de Toro, y en el Monasterio de Uclés, y en la Torre de Hércules, y en …
Y, por supuesto, ofrecimos nuestro concierto en la Iglesia de San Nicolás de La Coruña, tal y como estaba previsto, conjuntamente con nuestros anfitriones, la coral «El eco», la que es la agrupación coral en activo más longeva de España. Ante un público reducido, interpretamos una selección de piezas del programa de verano, que fueron muy bien acogidas por los asistentes, para después dirigirnos a los locales de «El eco» donde nos ofrecieron un cóctel y pudimos intercambiar anécdotas e interactuar con los miembros de la coral. Aprovecho para agradecer a la coral «El eco» su hospitalidad y que nos brindaran la oportunidad de visitarles y ofrecer este concierto conjunto. Mención especial al presidente José Ramón Mella, quien desde el primer contacto se ofreció para que el proyecto llegara a buen término, y a su secretaria, Lola Gurumeta, con la que he mantenido un contacto directo y constante para cerrar, no solo los aspectos musicales de nuestra visita, sino los culturales y gastronómicos. [singlepic id=195 w=320 h=240 float=left]Conocimos a Enrique Paz, tenor lírico, alma mater de la coral y que fuera el primer alumno de Alfredo Kraus, quien nos escribió un cariñoso y halagador mensaje de felicitación tras el concierto.
También hay que recordar las decenas de miles de calorías que ingerimos, en «La posada de Perico» de Uclés, en «La charola» de Villafranca del Bierzo atendida por el entrañable Ángel, en «La parrillada» de Següeiro, donde comimos hasta reventar, en «Javimar» de La Coruña, con su buen marisco, en «El náutico» de Cedeira, o en «La Moncloa» de Cacabelos, sin olvidarnos del chuletón de Ávila que más de uno se metió entre pecho y espalda para acabar este que acabamos denominando como «viaje gastrofónico». (¡Sin olvidar ni el pulpo ni las navajas de «A roda»!). Tampoco olvidaremos a nuestro conductor, el uruguayo Héctor, que celebró la victoria de su país en la Copa América, y que condujo con nervios de acero a través de la niebla más densa que yo haya visto nunca, por una carretera en la que no cabían dos coches, entre San Andrés de Teixido y Cariño.
[singlepic id=181 w=320 h=240 float=right]Y acabo recordando a las personas, y al buen ambiente de que disfrutamos durante todo el viaje. Treinta y tres viajeros, a saber, de izquierda a derecha en la foto en el cabo Ortegal: Jose, Ana, Marta, María Ángeles, Lidia, Elena, Rosa, Raquel, Juanma, Sonia, Assumpta, Alberto, Víctor, Jose Luis, Belén, Isabel, Jorge, Eduardo, Arturo, Amparo, Vicente, Pepa, Pepe, Julio, Felipe (con la cámara), Jose Luis (con el teléfono), Pilar, Emilia, Jaime, Inma, Rosa, Asun y Consuelo.
Y aquí os dejo una selección de algunas de las fotos que hicimos Inma y yo.
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