El 5 es un número que se presta al chiste fácil. En mi caso parece que tiene mejores connotaciones: en 2015 cumplí 55 años, y hoy he recibido notificación del Ministerio de Educación informándome que 2015 también fue el año en el que conseguí la evaluación positiva de mi sexenio de investigación número 5. Cinco sexenios son treinta años dedicados a la investigación, durante los cuales me he considerado muchas veces un «vendedor» de ciencia, yendo de congreso en congreso para presentar nuestros desarrollos e intentar convencer a otros científicos de su valía e interés. Treinta años que comenzaron en California en la Universidad de Stanford cuando éramos pocos los que nos aventurábamos a pedir una beca para ir a hacer los estudios de doctorado al extranjero, y muchos menos los que nos íbamos a los EE. UU. Un tiempo aquel en el que la internet, como la conocemos hoy, todavía no existía, y el correo electrónico era patrimonio (al menos en España) de unos pocos privilegiados. Desde entonces, más de 70 artículos publicados en revistas de prestigio internacional, más de 300 comunicaciones en congresos, y un largo número de actividades relacionadas con la investigación. Ahí queda mi pequeña contribución al progreso de la ciencia.
El 5 es un número que se presta al chiste fácil
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